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Creando Situaciones de Aprendizaje en el contexto de la LOMLOE

La LOMLOE define las “situaciones de aprendizaje” como situaciones y actividades que implican el despliegue por parte del alumnado de actuaciones asociadas a competencias clave y competencias específicas y que contribuyen a la adquisición y desarrollo de las mismas.

No son un concepto nuevo. Son algo que, como docentes, llevamos haciendo muchos años. Las prácticas en el laboratorio, los trabajos y proyectos que pedimos a los alumnos que hagan, hasta los pequeños ejercicios o dinámicas de debatir, preguntar o interpelar a los alumnos en una clase, son situaciones de aprendizaje. La cuestión es en qué medida éstas vertebran el desarrollo y la evaluación de la asignatura, frente a constituir algo más o menos esporádico y con poco peso. Y, sobre todo, en qué medida el aprendizaje que los alumnos extraen de ellas es realmente efectivo, más allá de la adquisición de unos ciertos conocimientos (los saberes o contenidos).

Aquí van 4 claves sobre las situaciones de aprendizaje, cómo crearlas y cómo facilitarlas.

 

El alumno es el protagonista

En las situaciones de aprendizaje, los alumnos son los protagonistas, los que ‘hacen’: adoptan un rol activo en el aprendizaje a través de la investigación, el razonamiento, la reflexión, el análisis, la resolución de un reto, el debate, etc. Es un aprendizaje colaborativo, en el que trabajan niveles cognitivos más elevados: participan, escuchan a sus compañeros, preguntan y debaten. Se dan mucha más cuenta de su nivel de comprensión y de cuánto necesitan mejorarlo.

El rol del profesor es crear la situación (plantear el reto, proyecto, ejercicio o preguntas), acompañar a los alumnos en su realización, y, una vez completada, darles feedback y/o hacerles reflexionar para profundizar en el aprendizaje.

 

Un doble objetivo

Las situaciones de aprendizaje persiguen un doble objetivo:

  • La adquisición de unos conocimientos (los saberes)
  • El desarrollo de unas habilidades o competencias transversales, como objetivo en sí mismo (se trata de habilidades esenciales en la vida, tanto en el presente académico de los alumnos, como en su futuro personal y profesional) y como forma de hacer los conocimientos adquiridos relevantes y transferibles.

La unión de ambos objetivos es la base de cualquier modelo competencial. Un alumno competente es aquél que posee unos amplios conocimientos y las habilidades para ponerlos en valor: entender su relevancia, analizarlos críticamente, conectarlos con otras disciplinas, resolver problemas en el día a día, generar ideas y perspectivas innovadoras a partir de ellos, comunicarlos, etc.

A la hora de crear una situación de aprendizaje hemos de pensar, por tanto, en ambas dimensiones: qué competencias queremos trabajar y qué saberes o conocimientos queremos que adquieran.

Y una puntualización: la adquisición de los conocimientos, el Saber, con mayúsculas, sigue siendo clave. Por su valor intrínseco, como fuente de satisfacción personal y de capital social y profesional. Pero también porque sólo sobre una base sólida de conocimientos se pueden desarrollar de forma efectiva las competencias. Un análisis del impacto de la revolución francesa en nuestra sociedad actual (competencia de pensamiento crítico) será tanto más profundo y valioso cuanto mejor ‘conozcamos’ sus protagonistas, los hechos y las fechas, y cuanto mejor ‘conozcamos’ otros hechos históricos con los que relacionarlos.

 

Centrar la práctica

La LOMLOE recoge los saberes y las competencias específicas que cada alumno debe adquirir dentro de cada materia. La mayoría de ellas, sin embargo, las define de forma muy amplia: incluyen muchas habilidades. La competencia específica 2 para biología y geología, por ejemplo, habla de “Interpretar y transmitir información y datos científicos, argumentando sobre ellos y utilizando diferentes formatos, para analizar conceptos y procesos de las ciencias biológicas y geológicas”. Son muchas cosas. En situaciones de aprendizaje más extendidas en el tiempo (proyectos, por ejemplo) se pueden trabajar de forma efectiva varias competencias y varias habilidades dentro de cada una de ellas. Pero en situaciones de aprendizaje más acotadas (una actividad en una clase, por ejemplo), es mejor centrar los esfuerzos en una habilidad e incluso una práctica concreta, y trabajarla en más profundidad: por ejemplo, la práctica de adaptar el mensaje a la audiencia, dentro de la habilidad ‘comunicar’ o ‘transmitir información’. Aterrizar estas habilidades (comunicar, analizar, organizar, etc) que configuran las competencias, en prácticas concretas, ayuda también a alumnos y educadores a entender qué significa cada una de ellas, cómo se pone en práctica, y cómo se evalúa.

Luego, a lo largo de diferentes situaciones de aprendizaje van abordando diferentes habilidades y saberes, avanzando, así tanto en el currículo como en el desarrollo competencial del alumno.

 

Visibilizar y profundizar en el aprendizaje

Abordar de forma efectiva una competencia (habilidades transversales unidas a saberes), supone no sólo la simple realización de la situación de aprendizaje por parte de los alumnos. Hay que visibilizar y profundizar en la competencia trabajada para asegurar un aprendizaje efectivo. No solo en la dimensión disciplinar, también en la de la habilidad transversal. Imaginemos una situación de aprendizaje en la que, a partir de un breve video sobre los últimos avances en terapias contra el cáncer se pide a los alumnos que investiguen en internet sobre las células, realicen un trabajo en grupo y lo presenten en clase. Una vez completada la situación, los alumnos probablemente habrán aprendido mucho sobre las células. Pero cuánto habrán aprendido sobre cómo trabajar mejor en equipo, cómo hablar en público o cómo buscar y validar información si, de alguna manera, no profundizamos en ello.

La reflexión y el feedback son grandes palancas de aprendizaje. También la evaluación. Utiliza y promueve la reflexión con los alumnos sobre alguna de las habilidades que han trabajado en la situación de aprendizaje: ¿Cómo les ha ido? ¿Qué han hecho bien y qué no? ¿Qué ha sido lo más fácil y lo más difícil? ¿Qué harían diferente para una próxima vez? ¿Qué pasaría si…? ¿Por qué creen que es importante? Dales tú también feedback. Y evalúa, y que ellos mismos evalúen, su desempeño en la competencia y habilidad en cuestión, como forma de visibilizar y centrar los esfuerzos.

 

Y para ayudarte, hemos desarrollado un generador de ideas para situaciones de aprendizaje. Pruébalo y dinos qué te parece.