Uno de los propósitos de la escuela, en el que me atrevería a generalizar coincidimos la mayoría de los educadores, es asegurar que los conocimientos que enseñamos sean útiles fuera de ella y tengan un impacto positivo en el crecimiento del alumno como persona. Esa transferencia del aprendizaje, del aula a la vida, caracteriza al alumno competente.
La mayor parte de las discrepancias, entre educadores, aparecen cuando se quiere definir el mejor método para conseguir que los alumnos alcancen ese nivel de competencia deseado. Unos creen que es a través de la instrucción, otros cuando se aprende por proyectos, o a través de la repetición, a través de la indagación, por competencias, etc. Todos ellos, métodos que abordan el aprendizaje de los contenidos curriculares desde perspectivas diferentes.
Existe multitud de estudios que avalan unos métodos frente a otros, pero después de impartir numerosas sesiones de formación-acción de profesores, me queda muy claro que el que ofrece mejores resultados es el que construye a partir de las fortalezas de cada profesor. Cada uno de nosotros es único, más o menos lógico, más o menos espontáneo, más o menos abstracto. Nuestros estilos de enseñanza reflejan nuestra unicidad. De la misma forma, los estilos de aprendizaje de nuestros alumnos reflejan la suya, y es por eso por lo que abogo por la utilización de estrategias sencillas que faciliten la conexión entre el proceso de enseñanza y el proceso de aprendizaje.
No podemos dejar que nuestros procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje de los alumnos se conecten al azar.
Me gustaría compartir con vosotros seis de estas estrategias, que cada uno puede usar integradas de forma natural en el método de enseñanza que utilice, con el objetivo de desarrollar la habilidad de transferencia y así hacer crecer alumnos competentes.
La analogía
Saber buscar analogías o utilizar analogías para explicar un concepto es una habilidad muy potente. Su uso hace que los alumnos entiendan los conceptos de forma sencilla y eficaz. Decir que el Amazonas es el pulmón del mundo hace que el alumno entienda la función que tiene esta gran zona de bosque tropical situada en América del Sur. Introducir la raíz cuadrada explicando que es al cuadrado como la división a la multiplicación, o que Hamlet es a Shakespeare como Don Quijote lo es a Cervantes, facilita la conexión entre lo nuevo y algo que ya se conoce. De esta forma, la transferencia del conocimiento es prácticamente inmediata. ¿Podemos encontrar una analogía cada día?
El debate
¿Es la energía nuclear buena para el mundo? ¿Se ha de juzgar la obra de un artista por su vida personal? ¿Qué teoría económica es la mejor? Preparar y llevar a cabo un debate es muy enriquecedor para todos. En él se desarrollan las habilidades de escuchar, pensar, organizar las ideas y hablar. La dinámica hace que los alumnos vayan más allá del conocimiento del tema y estimulen la transferencia a otras áreas para justificar y dar peso a sus puntos de vista. El debate compromete y motiva, además de tener un impacto importante en la reducción de conflictos y fundamentar los diálogos entre alumnos y entre profesor y alumno. La transferencia es incluso mayor cuando se les hace defender posiciones que no son las suyas naturales.
Distintas alternativas
Considerar distintas alternativas para hacer lo mismo abre la mente de los alumnos y les hace ir más allá de la mecánica. Por esta razón, esta habilidad está directamente relacionada con la transferencia del aprendizaje. En el cálculo de la superficie de un balón de futbol, por ejemplo, podemos situar a los alumnos en tres contextos diferentes. En el primero, disponen del radio y aplican la fórmula del área de la esfera directamente. En el segundo, disponen de una cinta métrica para medir la arista y calcular el área de los 20 hexágonos y 12 pentágonos regulares que lo forman. En el tercero, disponen de un barreño lleno de agua y una báscula, pesan el agua desalojada por el balón al sumergirlo, establecen su radio a partir del volumen y calculan su superficie. ¿Existen diferentes formas de analizar un poema? ¿Y de igualar una reacción química?
La generalización
Generalizar es una habilidad que fuerza a definir principios que aplican a una mayoría de los casos, a partir de observaciones concretas y puntuales. La generalización también comporta el entendimiento del concepto de sus peligros, ya que haber abstraído los principios comunes a las observaciones no significa necesariamente que apliquen a todos los casos, sobre todo cuando hablamos de contextos nuevos. Las reglas gramaticales son un buen ejemplo de generalización. Si aprendemos que las palabras esdrújulas llevan tilde, eso nos ayudará la próxima vez que tengamos que escribir “clámide”, aunque sea la primera vez que oímos el término. Sin embargo, no nos ayudará a escribir bien “velozmente” si no conocemos la excepción. ¿Qué se puede generalizar de los insectos? ¿Y de los ríos? ¿Y de las religiones?
La comparación
Al comparar identificamos similitudes y diferencias que existen entre dos o más casos. Esta estrategia estimula la realización de conexiones y facilita una posterior transferencia del aprendizaje a contextos desconocidos. Encontrar que la revolución china y la revolución francesa comparten la insatisfacción extendida entre los ciudadanos de la época, la debilidad del gobierno, la presencia de un líder para dirigir la revolución, etc. permite al alumno elaborar y aprender sobre otras revoluciones, o incluso sobre situaciones actuales comparándolas con estos escenarios históricos. De forma similar, se puede comparar entre varias formas de resolver un problema, varios poemas, el tamaño de distintos seres vivos, o diferentes tipos de ejercicio de educación física.
El trabajo en equipo
Los humanos no aprendemos, trabajamos o vivimos aislados, ya que somos seres sociales. Trabajar en equipo hace que se compartan diferentes puntos de vista y experiencias con los compañeros, acelerando la transferencia del aprendizaje a contextos diferentes. La práctica de esta estrategia necesita una maduración por parte de los alumnos, y la guía por parte del docente, ya que pasar de trabajar en grupo a trabajar en equipo no es algo innato, menos todavía en edades escolares. Una buena práctica es identificar explícitamente las fortalezas de cada alumno, establecer roles en función de esas fortalezas, definir unas reglas de funcionamiento, y mantener a los mismos alumnos trabajando juntos durante varias actividades o proyectos, siendo uno de los objetivos explícitos el de desarrollar el espíritu de equipo, tal como se hace en el deporte. Los buenos equipos ayudan a crecer a cada miembro, crean un espacio emocionalmente seguro donde se pueden enseñar entre ellos, dar feedback formativo, etc.
Existen muchas más estrategias como éstas que ayudan a los alumnos a comprender mejor lo que aprenden, a disfrutar más de su etapa escolar haciéndose suyos los contenidos, y como consecuencia, a reducir el fracaso escolar. En esta lista sólo he recogido una muestra de ellas. Es fundamental que busquemos más oportunidades para usarlas en nuestro día a día, de forma explícita. No podemos dejar que nuestros procesos de enseñanza y los procesos de aprendizaje de los alumnos se conecten al azar. Todas estas estrategias ayudan a la transferencia del aprendizaje desde la diversidad y al crecimiento del alumno competente.