La enseñanza de las materias se desarrolla, casi siempre, de forma muy enfocada. Si estamos dando trigonometría, por ejemplo, centramos en ella toda la atención: la explicamos, hacemos ejercicios, ponemos deberes, la examinamos. Cualquier otro tema queda aparcado a la espera de que llegue su momento. Lo mismo ocurre con el sistema digestivo, la literatura del romanticismo, o la revolución francesa.
Es un planteamiento demasiado estrecho, con apenas espacios para un aprendizaje transversal, multidisciplinar, donde se establezcan conexiones entre diferentes conceptos y materias.
Con las habilidades transversales ocurre lo contrario. Raramente las abordamos de forma explícita. Y, cuando lo hacemos, a través de actividades en grupo, o con iniciativas como el aprendizaje colaborativo o el trabajo por proyectos, las solemos trabajar de forma mezclada. Confiamos en que desde estas dinámicas surjan oportunidades de poner en práctica diferentes habilidades. Y surgen, para eso están, pero de forma aleatoria, y sin oportunidad de profundizar en su aprendizaje: de reflexionar, de evaluar, de dar feedback, por ejemplo. Podemos preguntar a cualquier profesor qué contenidos trabaja en su asignatura, y te dará una lista exhaustiva sin pensarlo. Preguntémosle qué habilidades trabaja en un curso, proyecto o actividad determinados, y le resultará difícil ir más allá de categorías genéricas como el trabajo en equipo o la comunicación.
Creemos que la virtud está en combinar ambas estrategias, tanto para enseñar contenidos como para trabajar habilidades. Pensemos en cómo entrenan los equipos de alto rendimiento. Los futbolistas, por ejemplo, practican hasta la extenuación destrezas muy concretas: lanzamiento de penaltis, saques de esquina, remates, pases de diferente tipo, regates, marcajes, lanzamientos de falta, etc. Las repiten, las analizan, hacen ajustes. Y luego juegan pequeños partidos o dinámicas más ‘transversales’ donde entran en juego todas estas destrezas. No se dedican solo a jugar partidillos confiando en que, en su transcurso, haya más o menos faltas, o saques de esquina o penaltis para ir practicándolos.
Este es el modelo que sigue GRownTH: por una parte, actividades enfocadas que combinan una habilidad concreta con un objetivo curricular específico, y que siguen un proceso de experiencia, reflexión, evaluación y autorregulación. Por otra, proyectos, donde entran en juego diferentes habilidades y se plantean objetivos curriculares más transversales. GRownTH guía su ejecución y ayuda al alumno a visibilizar sus procesos mentales.
Y finalmente, los más motivados, inician sus propias acciones y suben a su cuenta en GRownTH evidencia de su práctica. El profesor lo ve y lo incorpora en la evaluación. Son los mismos que, tras el entrenamiento, no se cansan y siguen pegándole patadas al balón en el parque del barrio.